lunes, 19 de agosto de 2013

La página en blanco

Si algo temen los escritores es a la página en blanco. Esa criatura es aterrorizante. Está llena de expectativas, de sigilosas presiones, de decepciones anunciadas. Una página en blanco es una promesa.
Lo peor siempre es la primera línea. Seguida por la segunda, en especial cuando no llega. El escritor sufre desde antes de ver la página en blanco. Da vueltas en su habitación, le huye a la hoja, la máquina de escribir o la computadora. Hace ademanes de sentarse a escribir  pero se detiene a medio camino y retrocede.

Se restriega la cara con la mano, suspira mucho, se lleva algo a la boca. Ese del escritor es uno de los miedos escénicos más intensos que existen.  Porque cuando se está frente a una página en blanco, no está sino en presencia de si mismo. Entonces ¿qué hay en uno?

Los libros y demás son espejo de sus autores y no todos pueden resistir ver su reflejo. Si el matrimonio puede distanciar a los enamorados porque los deja conocer mucho uno del otro es normal que conocerse mucho así mismo también pueda resultar desagradable.

Aunque cuando se escribe se moldea el alma. Porque al no poder aceptar las primeras mil postulantes a primera línea el escritor busca o crea en sí mismo algo mejor para poder escribirlo; y ese algo mejor pasa a ser parte de él.

Pero más que líneas fatales la página en blanco, el texto que no fue, siempre es el peor temor del escritor. Porque una página en blanco inicialmente puede ser tomada como señal de conflicto interno. Quien sepa de almas y letras podría ver en una hoja en blanco el reflejo de las más espectaculares batallas que mantiene el escritor a sus adentros. Entonces solo sería cuestión de tiempo para que de los cadáveres de los demonios internos se erija un vencedor, tal vez con una gran aura en él.

Pero una página que lleve demasiado tiempo en blanco no es señal de maduración interna, sino de vacío. Es por ello que es tan odiada por los escritores. Porque nadie con aspiraciones a intelectual, cuyos héroes sean grandes pensadores y maestros de las ideas puede soportar la insinuación de que no tiene nada para dar. Ausencia de grandeza, de destino, de individualidad, de poder, de magia, de todo, eso es lo que es una página en blanco para un escritor. No es un lienzo, es una promesa cuya naturaleza depende de aquel que se enfrente a ella.